Lo que nadie se imagina 2
Allí se acerca. ¡Qué le digo! Debo dejarme de cojudeces, le diré para salir. Solo que no me conoce tanto como para que acepte, mejor algo más tranquilo. ¡Ya sé! Una café en algún lugar. Creo haber visto un local interesante a unas cuadras de la universidad. ¿La plata? Eso no es problema, lo importante es la voluntad. ¡Carajo, allí viene!
-Hola. ¿No tienes clases conmigo dentro de una hora?
-Sí, creo haberte visto. Me llamo Daniela.
-Soy Jorge, un gusto. ¿No harás nada entonces?
-Estar aquí un rato más. ¿Tú?
-Estaba por salir un rato para volver más tarde. ¿Vamos a tomar algo por ahí? Igual tenemos clase más tarde nuevamente.
El corazón se me salía por la boca y casi lo vomito cuando aceptó mi invitación. ¡Quién lo diría!
¿A qué lugar me llevará este sujeto? Aún no le he dicho que tengo enamorado. Pobre, mejor no le digo nada hasta llegar al local, o espero que me hable del tema para decírselo discretamente. Parece buena gente, educado hasta el momento para abrir la puerta y jalarme la silla para sentarme. Debe estar nervioso, no deja de hablar de sí mismo ni tampoco de sonreír. Tiene linda sonrisa.
-¿Qué te gustaría tomar? Yo invito.
-Uno de esos tragos fríos. Un Vainilla Latte.
-Le diré a la cajera.
Allí viene con mi pedido. Qué raro, ¿por qué no trajo nada para él, si fue él quien tuvo la idea de venir?
-¿No has pedido nada?
-Ahh, no, sino que me acordé que tengo examen de sangre mañana y…
-Pero aún son las 4:00 p.m., estás a tiempo para estar en ayunas.
-Lo sé, sino que… Se me antojó ahora otra cosa.
-¡Me hubieras dicho para no venir acá!
-Sí, sino que ya te había dicho y habías aceptado.
Pobre idiota, ¿qué le pasará? Acabaré el Vainilla Latte rápido para regresar a la universidad. ¿Examen de sangre? En qué estará pensando, cualquiera se compra algo para acompañar y no estar mirándome como alma en pena. Mejor le sigo el juego y ya luego me escapo.
¿Examen de sangre? ¡Cómo mierda le di esa excusa! Ahora estamos volviendo a la universidad. Sacó su celular y contestó una llamada. Raro, ya que no sonó ni el zumbido si es que estaba en silenciador. Se despidió rápido, dijo que tenía que ir a la biblioteca con urgencia. Mierda, creo que la eché a perder. Lección aprendida: no invitar un café sin tener el dinero suficiente para dos.
Foto: A.K. Photography – Flickr. Bajo licencia de Creative Commons