¡No te ‘mandes’!: Las confesiones sinceras de afecto
Aún me acuerdo lo difícil que era “mandarse” a una chica en la secundaria. Viejos recursos, como cartas y canciones de amor, eran de primera mano para que la joven fémina sienta que ese joven enamoradizo pretende robarle un beso y caminar de la mano con ella por todos los rincones de Lima. En mis tiempos, esa era la magia más sencilla de los amores escolares sin pensar necesariamente en el sexo empedernido y la infidelidad.
“Mandarse”, creo que esa palabra ya dejó de utilizarse en nuestros días. Ahora el truco está en primero robar un beso apasionado y luego aclarar las cosas vía Facebook o en una salida bajo la etiqueta “aún amigos”. A modo personal, profeso lo que denomino “confesiones sinceras de afecto”; es decir, revelar sencillamente lo que se siente sin hacer referencia explícita a una futura relación.
El problema con esta filosofía de amor libre es que si lo practicas con quienes no comparten la misma idea, esas personas acaban alejándose espantadas imaginando que se están comprometiendo mucho. ¡Totalmente equivocado! Todos tenemos amigos, ¿cierto?, pero nunca les decimos en su totalidad cuánto los queremos, ya que puede sonar “raro”, por más que no quisiéramos estar con cada uno de ellos. Hablo de sincerarnos y estrechar aún más los lazos amicales. Si la otra persona cree que corresponde los sentimientos, al menos ya no tiene que pasar la angustia del desconocimiento.
Creo que aún este país está lejos de practicar las “confesiones sinceras de afecto”, a menos que esta explicación de esta utopía melle en las creencias de la gente. He aquí un aporte para los amantes empedernidos. Un beso no se le niega a nadie.
Foto: Katie Tegtmeyer – Flickr. Bajo licencia de Creative Commons
¡Lo SABÍA! Un beso es como un vaso de agua, no se le niega a nadie 🙂