¡Pero quiero que te nazca!
Una frase que resulta un dolor de huevos impresionante. La escena va así: ella se te acerca hablándote de los lindos detalles que hizo en la relación para luego ¡PUM! clavarte la daga con “Ya no haces cosas bonitas, has cambiado”. Y saben que lo peor viene después cuando haces lo que ella quiere y remata tu paciencia con “¡Lo haces porque yo te lo digo! ¡Quiero que te nazca!”.
Situaciones como esta me hacen pensar que algunas chicas no entienden muy bien la paradoja del montón de Eubulides, utilizada para arremeter contra conceptos vagos, en este caso el tiempo, con el sentido común. Imagina que un amigo te dice: “Búscame más tarde”. ¿Cuánto tiempo es más tarde? Si lo llamas al minuto, él te dirá que eso no es “más tarde”. Si lo llamas a los dos minutos, él responderá con lo mismo. Y así será hasta que se harte de ti.
Lo extraño de la frase “más tarde” es que hace referencia a un número finito de minutos sin que ambas partes logren acordar la cifra. Esto sucede con las parejas cuando hay reclamos de cariño y exigen que estos sean satisfechos en un futuro incierto, apelando al “¡Pero se supone que tú me conoces!” de las féminas.
Luego de sobrellevar la situación antes descrita, viene la ridícula escena del telépata, aquella en la que la pobre alma tiene que ponerse en los zapatos de Mandrake para adivinar los acertijos venenosos de la pareja. “Sabes qué, ya no me llames”. En efecto, no lo haces si es que eso quiere tu enamorada, pero luego ella te grita por haber hecho lo que justo había pedido. “¡Pero se supone que debes esforzarte en llamarme, en que te intereso!”.
Antes de amargarme la noche, quisiera adelantar que ese picante tema merece un post por separado.
Foto: Flickr – Bajo licencia de Creative Commons gadl
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