La verdad puede ser una mentira que convence

La mentira tiene muy buenas citas en la intelectualidad mundial. Miguel de Unamuno dijo que el silencio es la peor mentira; e Isaac Asimov, que sólo una mentira que no esté avergonzada de si misma puede tener éxito. Si algo debo agregar a partir de mi experiencia es que la mentira llega a ser verdad en medida que convenza a muchas personas.

Desde pequeños nos enseñaron que mentir está mal, pero reconozcamos que hay tantas formas de mentir que no podemos asegurar que efectivamente sentimos que está mal en toda su magnitud. Claro, porque cómo puedes saber que algo está mal si nunca lo has hecho.

Existen, debemos reconocer, que hay mentiritas y mentirotas, unas más malévolas y otras, y hasta algunas que nos salvan el pellejo en momentos difíciles. Hay mentiras que sí pueden vivir para siempre, por lo menos hasta donde termine la vida del engañado. Este fue el caso de mi tío quien falleció de una enfermedad oculta para mi abuela por vergüenza. Ella falleció luego y nunca supo la verdad, literalmente.

Creo que lo único que puede tranquilizarnos es creer en la justicia divina, que al mentir el karma hará lo suyo para perjudicar al mentiroso. Sin embargo, ¿cuántas veces sentimos que la justicia divina es efectiva? Nunca, solo cuando nos pasan cosas muy feas. El resto se llama suerte.

Si la vida es suficientemente larga para descubrir una mentira, ocurre algo parecido a la muerte para el engañador. Mejor argumento para lo anterior lo dijo Friedrich Nietzsche, pues lo negativo de las mentiras no reside en el engaño en si mismo. “Lo que me entristece no es que me hayas mentido, sino que ya nunca más podré confiar en ti”, reza la frase del filósofo. Nada tan cerca de la realidad.