Proceso estocástico, Andrei Márkov y la vida cotidiana

La mejor manera de complicarse la vida es mezclando las matemáticas con la vida cotidiana. Esto es algo que siempre hago en mi búsqueda de la verdad plena… o al menos una aproximación bastante interesante -y al mismo tiempo muy nerd- sobre cómo explicar con ecuaciones o postulados matemáticos las situaciones más emocionales de la vida.

Pero bien es cierto que no somos máquinas. En este blog he derramado mucha tinta argumentando sobre la incertidumbre de nuestra naturaleza. Sin embargo, como seres de este mundo y de las leyes universales de la física, algo tenemos en nuestro organismo que obedece a esas macroreglas de números, sumas y restas.

No creas que estoy exagerando. Sabías, por ejemplo, que la sucesión de números de Fibonacci está presente en muchos eventos de la naturaleza como en la reproducción de las abejas, en las flores de los girasoles, en las ramas de los árboles y un largo etcétera.

La sucesión de Fibonacci comienza con los números 0 y 1,2​ y a partir de estos, «cada término es la suma de los dos anteriores», es la relación de recurrencia que la define.

0,1,1,2,3,5,8,13,21,34,55,89,144,233,377,987,1597…

En mi búsqueda por más material como este, me topé con un simpático canal de YouTube llamado ‘Derivando’. Allí aprendí algo sumamente interesante que ha cambiado mi perspectiva sobre la calidad de nuestras acciones sobre la vida cotidiana.

Hablemos del proceso estocástico

Un amigo economista me resumió el proceso estocástico en solo dos palabras: el azar. Si queremos ser un poco más quisquillosos, diríamos que es un concepto matemático utilizado para advertir de la sucesión de variables aleatorias a través del tiempo.

Dentro de los diferentes tipos de procesos estocásticos, la Cadena de Márkov es interesante al establecer que la probabilidad de que ocurra un evento dependa únicamente del estado actual del sistema. En otras palabras, cada evento que está por ejecutarse no guarda memoria del pasado.

Esto lo podemos notar en la ruleta de los casinos. Si ha salido cinco veces seguidas el casillero negro, ¡en el siguiente no hay razón para pensar que será rojo! La bolilla simplemente no guarda memoria de lo que ha salido anteriormente para decidir cuál será el siguiente resultado.

Mejor que el mismo Eduardo Sáenz de Cabezón te lo explique en este video.

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Márkov y las emociones cotidianas

Muchas veces he argumentado que estamos acostumbrados a crear categorías o etiquetas para reducir la incertidumbre de una realidad infinita de experiencias. Imagino que esta tarea debe resultar casi imposible cuando uno se topa con un proceso estocástico tipo Cadena de Márkov, porque no tienes un referente histórico para plantearte una base de suposiciones y posibles resultados.

¿Pero qué cosas pueden ser procesos estocásticos en las emociones del día a día? Imagino en todas aquellas en las que sentimos angustia por cómo afrontar nuevas experiencias. Como nunca hemos vivido algo parecido, el resultado dependerá únicamente de nuestras acciones y de las circunstancias del presente. Las probabilidades del futuro no tienen cabida donde los hechos del pasado no existen.

Un ejemplo sería el proceso de cómo nos relacionamos con un desconocido. Solemos desconfiar por naturaleza debido a experiencias pasadas, ¿pero de ahí que más? No tenemos ni idea de cómo esa persona tomará nuestras acciones, ideas o reflexiones cuando recién entablamos conversación.

Usualmente aplicamos reglas generales de comportamiento para tantear el terreno. Solemos ocultarnos en una neutralidad emocional y cierta indiferencia para descubrir algo medianamente predecible en la otra persona. Digamos que es un protocolo de actuación… uno bastante falso.

Si no podemos prever el resultado de conocer a alguien, ¿por qué no ser uno mismo desde el principio? ¿Para qué no arriesgarse si ante la falta de previsión de resultados cualquier cosa es posible?

Eso es lo divertido de la Cadena de Márkov en la vida cotidiana: poder ser uno mismo siendo consciente de los infinitos resultados en plena incertidumbre.