‘Bar Canadian’, las joyitas de Miraflores

Recuerdo haber entrado al Bar Canadian, ubicado debajo de la joyería Murgia en el parque Kennedy de Miraflores, por solo curiosidad. Creí haber entrado al lugar indicado para matar la noche, pues habían varias chicas sentadas en sofás pequeños de color negro en medio de un salón de puros espejos. Estaba acompañado por dos amigos, así que no había razones para pelearse por una fémina.

Sin embargo, nada era lo que parecía. No se trataba de suerte, sino de un negocio basado en la compañía femenina sin sexo pactado. En otras palabras, pagas por la calentura sin llegar a ‘campeonar’, y quienes no sepan diferenciar este sensual límite está expuesto a perder la cabeza desembolsando toda la quincena.

«Mira, huevón, ¡qué tal culo!», me dijo uno de mis amigos mientras prendía un cigarro. La chica de pantalón blanco -aún la recuerdo- le bailaba a un sujeto de traje gris, medio barato, que fácilmente puede ser el padre de la joven. Así como él, habían otros oficinistas en la barra, todos trajeados con dinero fresco a gastar. Yo era muy joven por aquel entonces, estaba a mitad de carrera y mi austero ‘look’ hacía referencia al dinero que tenía en los bolsillos.

Las chicas pedían los tragos más caros, llenos de colores y adornitos que aumentan inexplicablemente el precio. Imagino que el pedido de las chicas no tienen tanto alcohol como debería, ya que el objetivo es que la chica siga seduciendo al cliente hasta quebrarlo. No faltaba ver a una que otra chica que salía de la pista de baile directo a una puerta de tela negra custodiada por un seguridad. Ese debe ser el lugar donde las féminas descansan del trago para evitar los papelones.

Leyendo comentarios más actuales sobre el local, usuarios de la página Perú Tops destacan la presencia de extranjeras y de una ‘mamá’ que cuida por la integridad de las chicas. Como sospechaba del principio, en el local no hay nada de sexo, solo se juega con la seducción. No falta quienes son engañados con una supuesta relación sexual a la salida del local por 300 soles, pero todo queda en el aire sin mayor realidad.

Se acabaron las cervezas en mi mesa y el espectáculo se hacía cada vez más cargado. Mi apariencia de pobre pareció no impactar a las fieras deseosas de conversar por dinero. No quedó otra que retirarse sin mayor reparo. Recuerdo haber encendido el carro que dejé cuadrado justo al frente del bar. Sonaba un tema de Los Prisioneros.

«Tu compras por una promesa de sexo, abres la boca y te meten el dedo y les sigues el juego y les das tu dinero y te sientes muy hombre y me río en tu cara de tu estupidez», decía la canción. Me miro en el espejo retrovisor y no quedó más que sonreír.

Foto: Flickr – Municipalidad de Miraflores