¿Cuál es la diferencia entre abuso sexual y agresión sexual?

El hashtag #PerúPaísDeVioladores fue una iniciativa para generar consciencia sobre la alta tasa de violencia sexual en nuestro país. Ocupar el octavo puesto en el ránking de los países con mayor número de feminicidios en América Latina -elaborado por el observatorio de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal)- es ciertamente vergonzoso.

La injusticia y los nuevos movimientos sociales que denuncian esta situación han hecho que la ciudadanía tome un papel más activo contra la violencia hacia la mujer. No tanto como uno puede desear, pero es algo a comparación de la completa indeferencia.

Es en este contexto en el que resulta preciso diferenciar el acoso del abuso sexual para evitar desinformaciones y tergiversaciones de los hechos en caso de querer reportar alguna eventualidad a la policía. Acoso y abuso parecen lo mismo, pero legal y semánticamente tienen una diferencia considerable que puede repercutir en la valoración de los hechos.

Abuso sexual

De acuerdo con la Real Academia Española, el abuso sexual es un «delito consistente en la realización de actos atentatorios contra la libertad sexual de una persona sin violencia o intimidación».

Los casos recurrentes en este aspecto son las violaciones a mujeres que por encontrarse ebrias o drogadas están en un estado de inconsciencia, o las personas que padecen alguna discapacidad. También figuran los menores de edad que no pueden dar su consentimiento.

Agresión sexual

La diferencia con el abuso es que en la agresión existe el uso de la violencia o intimidación.

De acuerdo con la RAE, se trata del «acoso que tiene por objeto obtener los favores sexuales de una persona cuando quien lo realiza abusa de su posición de superioridad sobre quien lo sufre».

Suele suceder en casos que la víctima ofrezca resistencia al abusador y este hace uso de la fuerza para finalmente ejecutar la violación.

Aspectos legales

Ambas modalidades de perjuicio cuentan con agravantes que pueden aumentar la pena contra el violador.

Por ejemplo, en el caso de los menores, la edad es un agravante debido a que se trata de una persona vulnerable o que la violencia del agresor sexual sea desmedida hasta llegar a lo vejatorio.

Hablemos de feminicidio

Según estadísticas del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables, a finales de 2017 se reportaron 116 casos de feminicidio. La mayoría eran convivientes (35,5%) y ex convivientes (24,7%) de las víctimas.

Fue ese mismo año que la Thomson Reuters Foundation ubicó al Perú en la quinta ciudad más peligrosa para las mujeres, luego de El Cairo (Egipto), Karachi (Pakistán), Kinshasa (Congo) y Delhi (India).

A pesar de que la cifra de feminicidios en 2017 fue menor a la de 2016 (124 casos), el avance contra la violencia hacia la mujer aún no es significativa para los estándares nacionales. Aún hay reformas educacionales, políticas y sociales que hacen falta ejecutar para una convivencia pacífica.