Palabras pegajosas

Actualmente llevo siete meses viviendo en Madrid y me avergüenza confesar que he añadido algunas palabras -e incluso entonaciones- del español ibérico a mi dialecto peruano. Subrayo que me «avergüenza», porque usualmente hay quienes piensan que este fenómeno de utilizar palabras ajenas al dialecto madre es una alienación, un concepto que refiere a la pérdida de la personalidad o de la identidad de una persona. Sin embargo, tengo muy buenas razones para hacerlo y para ello debo basarme en la sociolingüística.

La sociolingüística es la disciplina que estudia los distintos aspectos de la sociedad que influyen en el uso de la lengua, como las normas culturales y el contexto en que se desenvuelven los hablantes; la sociolinguística se ocupa de la lengua como sistema de signos en un contexto social. Se distingue de la sociología del lenguaje en que esta examina el modo en que la lengua influye en la sociedad.

Wikipedia

Vivir en el extranjero suele ser difícil al principio porque desconoces los códigos culturales del «otro». Dichos códigos resultan omnipresentes en el comportamiento social, en las relaciones interpersonales y en los dialectos de cada campo social que conforman la gran sociedad.

Relacionarse, por lo tanto, en una sociedad ajena requieren varias habilidades sociales, entre ellas, la capacidad de comunicarse con las palabras adecuadas según el receptor del mensaje. ¡Que esto es comunicación básica! El tema es que la adaptación de palabras ajenas al hablar cotidiano es automático y pasa inadvertido con el tiempo.

Reflexionando sobre el tema llegué a la conclusión que a esta práctica cotidiana de adaptación lingüística se le suma la conceptualización de nuevas ideas y formas de expresión precisas ante la falta de vocabulario en el dialecto madre. Me explico con un par de ejemplos.

Personalmente he acogido las palabras «joder», «flipar» y «cacharro», y en lo que respecta a la entonación, una ligera modulación al final de las oraciones para dar fuerza mis últimas palabras, a pesar que la norma rija la caída del tono antes del punto final.

El uso de la palabra «joder», que si bien existe ya en el dialecto peruano, no es utilizado como en España para hacer referencia a un disgusto al inicio de la oración para luego seguir conversando con tranquilidad. Digamos que tiene una función catártica, pues tras mencionarla al principio puedes seguir tu oración sin el enojo que ya tenías al principio. Realmente funciona. Si lo piensan, no hay una palabra que tenga esa función en el español peruano.

Por su parte, «flipar» es un verbo que procede del inglés «to flip», que puede traducirse como “agitar” o “sacudir”, y se utiliza para hacer referencia a estar muy entusiasmado con algo o alguien. También se utiliza como sinónimo de drogarse o encontrarse bajo los efectos de una droga. Pienso que esta palabra es muy expresar una sensación más detallada que el simple «estoy entusiasmado», porque refiere a un sacudón que emocionalmente podemos sentir, aunque no tengamos una palabra precisa para eso.

Finalmente, «cacharro» es un objeto cualquiera con connotación de viejo o destartalado. En buen peruano podría traducirse como una «baratija», pero según la RAE el término hace referencia a «objeto pequeño y de poco valor». Entonces, la utilización de «cacharro» acaba siendo precisa para un concepto inexistente.

Lo divertido es que no soy el único entre mis amigos latinoamericanos que han cambiado su forma de hablar. Igualmente aquí los españoles nos reconocen inmediatamente como latinos, pero como todo ser humano socialmente activo podemos identificar qué elementos adoptamos de una nueva cultura para facilitar la comunicación y la comprensión hacia el otro.

Somos seres adaptativos, tenemos ese instinto salvaje en las venas y sería injusto llegar a creer que esa habilidad es una alienación de la personalidad. Creo que eso es un prejuicio por quienes temen a «los diferentes» y creen que todo elemento ajeno es malo por naturaleza. Temo que no hay nada más triste que vivir viéndose el ombligo.

Por si te interesa el tema de la sociolingüística, hace un tiempo escribí sobre el libro ‘Lost in translation’, de Ella Frances Sanders, que recoge varias palabras intraducibles al español.

Foto: Isa2886 – Wikimedia Commons. Bajo licencia de Creative Commons